Desconocida en España, Edith Nesbit fundó la Sociedad Fabiana e influyó en C.S. Lewis o J. K. Rowling
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Puro entretenimiento y diversión |
La
cuidada edición que Berenice
acaba de publicar de Los chicos del ferrocarril, de Edith
Nesbit, ha sido una gratísima sorpresa, pues da la oportunidad al lector español
de conocer una de las obras de esta escritora, tan poco conocida en España
y de obra y vida apasionante.
Edith
Nesbit (15-8-1858/4-5-1924) tuvo una historia personal que podría ser por sí misma motivo de un buen libro. Fue fundadora con su marido, Hubert Bland, de la Sociedad Fabiana (que daría
lugar en 1906 a la aparición del Partido Laborista y cuyos postulados más tarde
se concretarían en el desarrollo del
llamado Estado de Bienestar). En ese entorno reformista, Nesbit mantuvo relaciones con la intelectualidad
progresista británica: George Bernard Shaw, Emmeline Pankhurst, H.G. Wells...
Aunque
su producción literaria fue grande y abordó muy variados géneros, ha pasado a
la posteridad literaria por sus libros para niños, que sirvieron de inspiración
escritores como C.S. Lewis, Diana Wynne Jones o J.K. Rowling, quien le reconoce
una deuda de gratitud en la creación de su Harry Potter.
solidaridad entre las personas
Centrado
en las vicisitudes por las que van
atravesando la vida de tres hermanos (Roberta de doce años, Peter de diez y
Phyllis de ocho) cuando la misteriosa desaparición de su padre les sume en la
pobreza y les obliga a ellos y a su
madre a refugiarse en el campo. Esta historia carece de los elementos mágicos
que caracteriza a gran parte de la obra de la Nesbit, pero es todo un reflejo
de la mentalidad de la época a la vez que de los ideales por los que la autora
luchó a lo largo de su vida.
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Edith Nesbit |
La
lectura de este libro ha supuesto un puro goce de entretenimiento y diversión,
disfrutando del mundo idealizado pero
real creado por Nesbit. Un mundo donde
se nos muestran más las cosas como "debieran" ser que como suelen
ser y donde se pueden producir
gravísimos problemas, pero donde todo se soluciona finalmente con valor, inteligencia, tesón y buena
voluntad; donde finalmente se impone la justicia y la recompensa de las buenas
acciones.
Un
aspecto a destacar dentro de esta idealización de la realidad es la magnífica relación que se desarrolla
entre los tres niños protagonistas y los diversos adultos con los que tratan; unos adultos con los que pueden surgir
inicialmente conflictos, pero que son siempre personas justas y honestas
capaces de reconocer sus errores si es necesario.
En el
libro, escrito en 1906, se advierte claramente el afán de reformismo social de
la autora. Así, aunque está presente el rígido clasismo social británico, todos
los personajes, por humilde que sea su condición, muestran una gran dignidad
humana (es de destacar el capítulo en el que un mozo de estación realiza un
soberbio alegato de su propia dignidad al rechazar lo que él considera
caridad). En cada página del libro, personificado en las buenas intenciones de
los niños y en el apoyo que en ellas reciben de los adultos, está presente el ideal de solidaridad entre
las personas.
Y
señalamos, por último, cómo en el argumento, y en el misterio que le da cuerpo,
se observan los ecos del caso Dreyfus y de los movimientos revolucionarios
producidos por la guerra ruso-japonesa de 1905.
En
definitiva, una lectura muy gratificante y recomendable, especialmente para los
adultos actuales, quizás los más adecuados para disfrutar, tanto como yo lo
hecho, de su ironía, sutileza de
ingenio, optimismo y fe en la naturaleza humana; a todo lo cual hay que sumar el placer de la cuidada edición
en la que destacan las hermosas ilustraciones originales. Ojalá que Berenice
mantenga su intención de publicar más obras de esta autora.
Berenice, 2013
Compra en Estudio en Escarlata
José María Sánchez Pardo